El acueducto del Puente del Rey constituyó uno de los muchos intentos
por surtir a Málaga del elemento vida en unos momentos en los que la
ciudad veía como escaseaban los recursos hídricos. Los primeros estudios
para la traída de aguas de este manantial se remontan al segundo cuarto
del siglo XVIII con proyectos como el de Bartolomé Thurus (maestro
mayor de las obras del puerto).
El puente del Rey constituía además una oportunidad para comunicar a Málaga con el valle del Guadalorce, dado que inexistían puentes estables que cruzasen este río. Se daba la circunstancia que todos los molinos harineros con los que contaba la ciudad se encontraban en la margen derecha del Guadalorce, ya que en la capital no había curso de agua que permitiese el funcionamiento de éstos, y que la harina no podía ser almacenada en la capital por el excesivo nivel de humedad que en ella había. Por ello, cuando éste registraba crecidas en Málaga escaseaba el pan agravando la ya de por sí maltrecha situación de la población local.
Los intentos del cabildo por garantizar el suministro de agua a la ciudad de Málaga hicieron necesaria la presencia de Toribio Martínez de la Vega en la ciudad. El lugar elegido para surtir de agua se encontraba en las inmediaciones de la actual barriada de Churriana a unos doce kilómetros de la capital. Así los planos fueron realizados entre 1725 y 1726 aunque con varias modificaciones posteriores, por ejemplo se pasó de 22 arcos proyectados en un principio a 57 en otros planos más tardíos.
El material utilizado para la obra fue en su mayor parte la piedra local, las canteras se encontraban en el entorno de Churriana.
A la muerte de Toribio Martínez de la Vega en 1733 el proyecto declinó sustancialmente. Pese a ello se siguieron invirtiendo caudales en el intento de hacer proseguir las obras, para lo que se requirió la intervención de figuras tales como Miguel de los Santos, José de Bada (terminador de las obras de la catedral) o el propio Martín de Aldehuela, sin que nunca se llegase a llevar a buen término ni el acueducto ni el puente sobre el Guadalhorce.Las causas son varias entre ellas la siempre complicada situación de las finanzas del cabildo, la inexistencia de un proyecto bien definido y la muerte de su arquitecto inicial. Por otra parte no faltaron las presiones de los propietarios de la zona al intentar “especular” con las aguas y evitar el ocaso de su “negocio” (como ocurrió algo más de un siglo después con las aguas de Torremolinos) o simplemente por negarse a que las obras afectasen a sus propiedades.
El puente del Rey constituía además una oportunidad para comunicar a Málaga con el valle del Guadalorce, dado que inexistían puentes estables que cruzasen este río. Se daba la circunstancia que todos los molinos harineros con los que contaba la ciudad se encontraban en la margen derecha del Guadalorce, ya que en la capital no había curso de agua que permitiese el funcionamiento de éstos, y que la harina no podía ser almacenada en la capital por el excesivo nivel de humedad que en ella había. Por ello, cuando éste registraba crecidas en Málaga escaseaba el pan agravando la ya de por sí maltrecha situación de la población local.
Los intentos del cabildo por garantizar el suministro de agua a la ciudad de Málaga hicieron necesaria la presencia de Toribio Martínez de la Vega en la ciudad. El lugar elegido para surtir de agua se encontraba en las inmediaciones de la actual barriada de Churriana a unos doce kilómetros de la capital. Así los planos fueron realizados entre 1725 y 1726 aunque con varias modificaciones posteriores, por ejemplo se pasó de 22 arcos proyectados en un principio a 57 en otros planos más tardíos.
El material utilizado para la obra fue en su mayor parte la piedra local, las canteras se encontraban en el entorno de Churriana.
A la muerte de Toribio Martínez de la Vega en 1733 el proyecto declinó sustancialmente. Pese a ello se siguieron invirtiendo caudales en el intento de hacer proseguir las obras, para lo que se requirió la intervención de figuras tales como Miguel de los Santos, José de Bada (terminador de las obras de la catedral) o el propio Martín de Aldehuela, sin que nunca se llegase a llevar a buen término ni el acueducto ni el puente sobre el Guadalhorce.Las causas son varias entre ellas la siempre complicada situación de las finanzas del cabildo, la inexistencia de un proyecto bien definido y la muerte de su arquitecto inicial. Por otra parte no faltaron las presiones de los propietarios de la zona al intentar “especular” con las aguas y evitar el ocaso de su “negocio” (como ocurrió algo más de un siglo después con las aguas de Torremolinos) o simplemente por negarse a que las obras afectasen a sus propiedades.
Lo cierto es que ya a finales de
siglo el proyecto había quedado en un segundo plano, fijando sus vistas
el obispo Molina Lario en las aguas del Guadalmedina, e iniciándose así
las obras del acueducto de San Telmo.
Aunque nunca llegase a terminarse, gran parte de lo construido fue usado para el riego de parte de la vega de Málaga.
Los restos más visibles se encuentran junto a la barriada de Zapata, a escasos metros del aeropuerto de Málaga. Bajo algunos de los arcos del acueducto muchas viviendas encontraron cobijo. Sin embargo la situación de degradación del puente es alarmante. Comparando fotografías de principios del siglo XX con la estampa actual, el puente ha perdido buena parte de su estructura, al haber sido “invadido” por casas o incluso haber sido despojado de sus sillares. Sobre sus restos la vegetación se abre paso.La zona, sometida a una gran presión urbanística, ha sufrido la destrucción de parte del trazado del acueducto como ya denunció en 2007 el grupo municipal de IU.
A la espera que las administraciones “recuerden” que existe más patrimonio por el que velar más allá de la calle Larios, restos de importantes infraestructuras de su pasado desaparecen día a día.
Aunque nunca llegase a terminarse, gran parte de lo construido fue usado para el riego de parte de la vega de Málaga.
Los restos más visibles se encuentran junto a la barriada de Zapata, a escasos metros del aeropuerto de Málaga. Bajo algunos de los arcos del acueducto muchas viviendas encontraron cobijo. Sin embargo la situación de degradación del puente es alarmante. Comparando fotografías de principios del siglo XX con la estampa actual, el puente ha perdido buena parte de su estructura, al haber sido “invadido” por casas o incluso haber sido despojado de sus sillares. Sobre sus restos la vegetación se abre paso.La zona, sometida a una gran presión urbanística, ha sufrido la destrucción de parte del trazado del acueducto como ya denunció en 2007 el grupo municipal de IU.
A la espera que las administraciones “recuerden” que existe más patrimonio por el que velar más allá de la calle Larios, restos de importantes infraestructuras de su pasado desaparecen día a día.
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