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25 de abril de 2014

HISTORIA DEL PRIMER ARBOLADO DE LA PLAZA DE LA MERCED:





 



Esta plaza tan malagueña y tan importante en la ciudad a sido el eje de muchas importantes cosas historica acaecida en la ciudad. Y para que esta plaza fuera mas bonita y mas coqueta ,. El primer arbolado de la plaza fue obra del corregidor malagueño Ramírez de Arellano, que al iniciarse el siglo XVIII ordenó, con la plantación de la arboleda de sus cuatro lados según recoge magníficamente el plano de Carrión de Mula, la construcción en su centro de un bello estanque, a partir de cuyas dotaciones realmente comenzó tal recinto a ser de verdadera utilidad a la ciudadanía.
La placentera sombra junto a los bancos para descansar tan próximos al rumor de los surtidores de agua, la situación estratégica del lugar y la entidad de los vecinos que poco a poco fueron habitando las calles Alamos y Granada —esta última por entonces todavía llamada Real—, la proximidad de la que fue primera parroquia de la diócesis, Santiago, y lo señalado de la vecindad fueron causas que inmediatamente determinaron su estilo propio, a diferencia de la plaza de las Cuatro Calles, que todavía estaba marcada por ser mercadillo y zoco permanente.
Fue a partir de la selecta población que comenzó a frecuentar la plaza, luciendo las damas sus mejores galas y convirtiendo los caballeros en tertulia social el espacio interior de la misma, cuando puede decirse que real y verdaderamente el recinto se incorporó al uso social y cultural ciudadano. No fue pacífica la coexistencia de conventos e iglesias tan próximos entre sí —Santiago, la Merced, la Paz y Santa Ana—, pues durante el largo periodo a que nos referimos, las espadañas de unos y otros, con el fin de advertir a la distinta feligresía devota que los oficios estaban próximos a celebrarse, resultaba insostenible la guerra de campanas que mantenían desde el alba. A causa del problema que los campaniles creaban a la vecindad tuvo que intervenir el señor obispo de la diócesis obligando a las iglesias y conventos a hacer compatibles los horarios y, sobre todo, a que las campanas fueran volteadas con mayor discreción y merma de tiempo. Para no irritar a nadie, el acuerdo adoptado fue que las campanas podrían ser utilizadas —todas al mismo tiempo si el caso lo requería— a partir de las once de la mañana.


Esta plaza tan malagueña y tan importante en la ciudad a sido el eje de muchas importantes cosas historica acaecida en la ciudad. Y para que esta plaza fuera mas bonita y mas coqueta ,. El primer arbolado de la plaza fue obra del corregidor malagueño Ramírez de Arellano, que al iniciarse el siglo XVIII ordenó, con la plantación de la arboleda de sus cuatro lados según recoge magníficamente el plano de Carrión de Mula, la construcción en su centro de un bello estanque, a partir de cuyas dotaciones realmente comenzó tal recinto a ser de verdadera utilidad a la ciudadanía.
La placentera sombra junto a los bancos para descansar tan próximos al rumor de los surtidores de agua, la situación estratégica del lugar y la entidad de los vecinos que poco a poco fueron habitando las calles Alamos y Granada —esta última por entonces todavía llamada Real—, la proximidad de la que fue primera parroquia de la diócesis, Santiago, y lo señalado de la vecindad fueron causas que inmediatamente determinaron su estilo propio, a diferencia de la plaza de las Cuatro Calles, que todavía estaba marcada por ser mercadillo y zoco permanente.
Fue a partir de la selecta población que comenzó a frecuentar la plaza, luciendo las damas sus mejores galas y convirtiendo los caballeros en tertulia social el espacio interior de la misma, cuando puede decirse que real y verdaderamente el recinto se incorporó al uso social y cultural ciudadano. No fue pacífica la coexistencia de conventos e iglesias tan próximos entre sí —Santiago, la Merced, la Paz y Santa Ana—, pues durante el largo periodo a que nos referimos, las espadañas de unos y otros, con el fin de advertir a la distinta feligresía devota que los oficios estaban próximos a celebrarse, resultaba insostenible la guerra de campanas que mantenían desde el alba. A causa del problema que los campaniles creaban a la vecindad tuvo que intervenir el señor obispo de la diócesis obligando a las iglesias y conventos a hacer compatibles los horarios y, sobre todo, a que las campanas fueran volteadas con mayor discreción y merma de tiempo. Para no irritar a nadie, el acuerdo adoptado fue que las campanas podrían ser utilizadas —todas al mismo tiempo si el caso lo requería— a partir de las once de la mañana.