Durante la epidemia de peste que sufrió Málaga durante los años 1636-37.
En aquellos días trágicos para la ciudad, los capuchinos cuidaron
espiritual y corporalmente a los enfermos que, en número de 800, se
albergaron en un hospital provisional instalado en el Molinillo, próximo
al convento, y que se llamó hospital de Santa Brígida. Murieron cinco
religiosos: el guardián, fray Alonso de Guadix, fray José de Málaga,
fray Jacinto de Granada, fray Francisco
de Toledo y fray Miguel de Antequera. Sus cuerpos recibieron sepultura
en una capilla levantada en la huerta del convento, en la que sin citar
nombres ni otros detalles identificativos se leía la siguiente
inscripción: «En esta capilla y sitio están enterrados los religiosos
capuchinos que ofrecieron a Dios Nuestro Señor sus vidas, por ayudar
corporal y espiritualmente a sus próximos, en la peste que padeció
Málaga en el año 1637».
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