El 4 de diciembre de 1974 se anuncia el cierre y suspensión de pagos de la Sociedad Financiera Internacional de Construcciones (Sofico). El público empieza a congregarse para interesarse por sus inversiones. Un día después, se suma Sofico Inversiones. La inquietud se extiende rápidamente. En la Costa del Sol se estima que el número de empleados se eleva a mil quinientos, un tercio del total de la empresa. Miles de empleos se van a perder, así como los ahorros de veinte mil españoles y unos cinco mil ciudadanos de otros países. El Gobierno se lava las manos, mientras Hacienda y el Banco de España se desentienden de la compañía y de los afectados. Algunos altos cargos huyen a Sudamérica mientras se hace balance de los insuficientes recursos de Sofico para hacer frente a sus compromisos: algo más de cinco mil apartamentos, dieciséis mil quinientas camas en lugares turísticos, cien millones de capital y cuatrocientos de reserva. La "fórmula Sofico", consistente en gestionar los apartamentos de sus propietarios-accionistas a cambio de unos intereses del 12 por ciento, después elevados al 16, se viene al traste ante la imposibilidad de rentabilizarlos.
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